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Sexting:
¿Qué es y cuáles son sus riesgos?
Hoy por hoy, la palabra “sexting” o “sextear” forma parte del vocabulario cotidiano; incluso sin haberla utilizado en primera persona, es posible que en algún momento hayamos llevado adelante la acción de sextear aún sin saberlo.
Y por qué lo decimos… Bien, si alguna vez recibiste o enviaste algún mensaje, correo o chat con imágenes o videos de tenor sexual, sea de tu autoría o de alguien más, entonces sexteaste.
De lo que acabamos de decir, se deduce que el sexting consiste en el intercambio consentido de contenido de carácter sexual (erótico o pornográfico) a través de medios electrónicos, entre dos personas (mayores o menores, respectivamente).
Las principales problemáticas asociadas al sexting son: la porno-venganza, la sextorsión y el perjuicio de la reputación.
Esta práctica se ha vuelto algo muy frecuente, especialmente luego de la aparición de las redes sociales y el boom de la conectividad, por lo que resulta de vital importancia entender de qué se trata dicho fenómeno y cuáles son los riesgos y posibles consecuencias de practicarlo, sobre todo considerando que cada vez más chicos y chicas menores de edad lo naturalizan.
En principio, si la obtención y el intercambio de las fotos y/o videos se realiza mediante el acuerdo de ambas partes y se trata de dos mayores o dos menores entre sí, no habría ningún problema ni asunto por el cual preocuparse. Ahora, dada la disponibilidad cada vez mayor de dispositivos móviles y que dicho intercambio en la mayoría de los casos se realiza a través de ellos, si consideramos las altas posibilidades que existen de que alguien acceda a alguno de nuestros dispositivos –y, por ende, a nuestra información- sin autorización, el tema se vuelve más complejo y delicado; ni que hablar cuando, por alguna razón, alguno de los receptores los difunde intencionalmente y caen en manos desconocidas.
Alguien podría pensar que las situaciones hipotéticas que acabamos de enunciar son extremas o muy poco frecuentes, pero justamente ese es el principal error que lleva a las personas a confiarse, no tomar los recaudos necesarios y luego verse envueltas en una situación desagradable, en el mejor de los casos, y hasta extorsiva, en el peor.
Si pensás intercambiar contenido sensible con otras personas, antes de hacerlo preguntate si estás preparado/a para afrontar las consecuencias en caso de que los mismos llegaran a manos de extraños o personas con las cuales no los compartirías.
Los principales riegos de practicar sexting en primera persona -es decir, con nuestras propias imágenes o videos- son:
- La
utilización de los contenidos con fines que podrían comprometer y/o perjudicar la reputación de la/s
persona/s implicadas, lo cual afecta, no sólo el honor y la imagen de las mismas,
sino que hasta les puede ocasionar problemas laborales y académicos.
- La
porno-venganza, es decir, la
posibilidad de que, luego de finalizada una relación en la cual se había
llevado a cabo la práctica del sexting, alguno de los involucrados, por
despecho, resentimiento o simplemente mala intención, se dedique a difundir y
propagar contenidos íntimos de la antigua pareja con el objetivo claro de dañar
su reputación.
- Y la
sextorsión, o sea, el verse
extorsionado por el receptor de las imágenes o videos si no se accede a ponerse
bajo sus órdenes. Situación que puede incluir desde pedidos de dinero hasta las
más variadas amenazas.
En tal sentido, por todo lo dicho hasta aquí, desde BA-CSIRT recomendamos implementar los siguientes consejos a los fines de evitar pasar malos momentos por hacer algo que, en principio, parecía divertido:
- No compartir información o fotografías
comprometedoras. Antes de enviar algo por chat, email o redes sociales, pensá
si realmente estás preparado para afrontar la situación en caso de que dichos
contenidos llegasen también a manos de otras personas.
- Nunca enviar ni tomarse fotografías que
pudieran afectar la reputación.
- Tomar conciencia de que las fotografías
siempre pueden ser interceptadas por terceros.
- Evitar contactar con desconocidos.
- No acceder a chantajes o amenazas. En ese
caso, pedir ayuda y no quedarse callado.
- Si una imagen ya fue enviada, no volver a
hacerlo.
- Quitar las fotografías comprometedoras de
las redes sociales y sitios públicos, de forma inmediata.
- Si se conoce a alguien que está enviando o
recibiendo fotografías, explicarle las consecuencias posibles, a fin de evitar
que se propague esta práctica. ■
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